lunes, octubre 23, 2006

Mafia

Intento subirme al microbio (así le digo a los microbuses). Justo cuando mi falta de costumbre y pericia me dificultan la súbida, el hijo de puta del pseudo-chofer acelera a todo lo que da el mugriento mini-camión, antes de que pueda ascender el segundo pie... Adelante de mi una niña-mujer, con su bebé en brazos, se acomoda donde puede, para medio sentarse, toda vez que nadie le ofrece asiento. Atrás de mi, un joven-señor, flaco y barbudo, se cuelga del tubo y se balancea para sostenerse en el último escalón.
El conductor es un muchacho todavía, no creo que más de 21 años. El cabello pegado, muy corto, la mirada fija al centro del parabrisas. Recibe los pagos sin voltear a ver a nadie, apenas y cuenta el dinero. En la orilla se encuentran dos decenas de cd´s de música grupera, colocados a fuerza en un hueco del tablero, pero hoy no hay música de camino. Cada dos minutos balbucea maldiciendo a la vida: chhhgddddaa...cchggdddaa, y zooooooooooooooooommmmm, nuevo enfrenones y arrancones. Otra vez la gente se tambalea para subir y bajar del transporte. Un anciano apenas y baja, grita algo, pero él ni se inmuta. Un niño, de unos 7 años, baja por enfrente; su mamá, con habilidad y astucia, desciende por delante de la gente, para que el acelerón no les toqué. La que casí cae es una muchacha, ataviada para sus labores de oficina, que solo alcanza a gritar: malditoooooo.
Tres cuadras más así. Mis nervios están de punta, y estoy a punto de gritarle al rejijo de la chingada, aún sabiendo que lo único que puedo ganar es que me rajen la madre, cuando llegamos a un tope. El muchacho quita la cara de malo, abre la ventanilla, y le dice a un señor que con una libreta le está esperando: - es que estaba parado el tráfico en el paradero de Aquiles Serdán, yo vengo hecho la madre- El señor lo recrimina con la mirada y le hace un gesto amenazador, mientras le dice: -ándale ya, siguele, pero ya no te retrases cabrón-.
Ahora el microbus arranca lentamente. En la siguiente esquina le hacen una parada, y el joven se detiene por completo. Una señora sube lentamente .Él espera a que suba por completo, y amablemente le pregunta a dónde va. Ella dice al toreo, y le paga. Tras recibir las monedas, el arranca normalmente, y tranquilamente continua su destino.

Volteo a ver a la gente. Soy el único que tiene cara de no poder creer lo que acaba de pasar. Para ellos es se ve que todo esto es normal. Me doy cuenta entonces que lo que acabo de vivir puede y pasa todos los días. Mi sentimientos se confunden, y en la siguiente parada me bajo, sin saber si darle las gracias o no al conductor por hacer alto total y esperar a que yo baje por completo.