la cuenta
Se levantó rápido. Le sirvió de poco; un nuevo golpe le llegó directamente entre ceja y oreja.
La pérdida de la vertical fue la menor de sus preocupaciones. La boca sabía a saliva y sangre, algo conocido, pero no precisamente agradable. No sabía si era el momento de revisar si las piernas raccionaban; quizá era más importante ubicar si lo que usos ojos veían eran piernas, piso, luces, y si todavía estaba en el mismo lugar y tiempo.
No podía desconcentrarse. La tentación de dejarse llevar por un instantaneo sueño de un mañana perfecto era muy grande. Sólo segundos. Sólo cerrar los ojos por unos segundos, mandar a la fregada la pelea, y buscar una nueva solución para salir del laberinto de la vida; siempre habrá otro día, otra oportunidad; -hoy las cosas están muy duras, después se calmará la tormenta- se decía a sí mismo.
Respiró hondo. Escupió la sangre y saliva, que curiosamente, al ser arrojada como escorpión, producía placer y el mal sabor tenía ahora un toque de aquella deliciosa adrenalina de juventud.
Se dispuso a levantarse, una vez más. Las piernas seguían fuertes, quizá ahora más poderosas que al principio de esta pelea.
Tomo su pluma, la misma que anotó la serie de pendejadas recién escupidas por su interlocutor, y respondió:
-Si, Sr. Lo replantearemos de acuerdo a lo platicado en esta junta, y el próximo viernes lo tendrá aquí en su oficina, para que nos indique sus directrices al respecto. Con permiso.
La pérdida de la vertical fue la menor de sus preocupaciones. La boca sabía a saliva y sangre, algo conocido, pero no precisamente agradable. No sabía si era el momento de revisar si las piernas raccionaban; quizá era más importante ubicar si lo que usos ojos veían eran piernas, piso, luces, y si todavía estaba en el mismo lugar y tiempo.
No podía desconcentrarse. La tentación de dejarse llevar por un instantaneo sueño de un mañana perfecto era muy grande. Sólo segundos. Sólo cerrar los ojos por unos segundos, mandar a la fregada la pelea, y buscar una nueva solución para salir del laberinto de la vida; siempre habrá otro día, otra oportunidad; -hoy las cosas están muy duras, después se calmará la tormenta- se decía a sí mismo.
Respiró hondo. Escupió la sangre y saliva, que curiosamente, al ser arrojada como escorpión, producía placer y el mal sabor tenía ahora un toque de aquella deliciosa adrenalina de juventud.
Se dispuso a levantarse, una vez más. Las piernas seguían fuertes, quizá ahora más poderosas que al principio de esta pelea.
Tomo su pluma, la misma que anotó la serie de pendejadas recién escupidas por su interlocutor, y respondió:
-Si, Sr. Lo replantearemos de acuerdo a lo platicado en esta junta, y el próximo viernes lo tendrá aquí en su oficina, para que nos indique sus directrices al respecto. Con permiso.
1 Comments:
Cuál club de la pelea.
Bienvenido de regreso.
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